domingo, 15 de agosto de 2010

AMRISTAR - En casa de los Sijs

Además de ser el medio de transporte más utilizado en India, y funcionar bastante bien pese a su necesaria modernización, viajar en tren es toda una experiencia en este país. La mayoría de viajeros recomienda hacerlo en Sleeper Class, o lo que sería coche cama, y en trayectos largos mejor hacerlo por la noche. Realmente barato te permite recorrer grandes distancias. Nuestro primer viaje duró unas diez u once horas, y a pesar de novatos no se nos dio mal, conseguimos dormir y prácticamente amanecimos en Amritsar. Hasta te ofrecen un té por la mañana para que te vayas despejando.



En esta ciudad se encuentra el Templo Dorado, probablemente el lugar de culto y peregrinación más importante para los Sijs.


Teníamos referencias de un albergue de peregrinos gratuito dentro del recinto del templo. En parte por la vivencia, y en parte para corregir desviaciones presupuestarias, optamos por probar suerte y partimos desde la estación de tren, en el también gratuito autobús que hace el trayecto hasta el Golden Temple llevando y trayendo peregrinos.


Al llegar, entre una multitud de devotos sijs, y acompañados por un estruendoso ruido metálico que nos sorprendió, nos fuimos adentrando hasta dar con las habitaciones que reservan para hospedar extranjeros. Para los sijs cualquier persona es bienvenida a su casa, a su templo. Extremadamente cordiales, a pesar de su apariencia amenazadora con sus a veces aparatosos turbantes, nos acomodaron, orientaron sobre algunas normas básicas, y nos hicieron sus recomendaciones para que nuestra estancia fuera plena y armoniosa.




Acto seguido nos invitaron amablemente a pasar por los comedores, y reponer energías junto con otros peregrinos. Aquí llegan a ofrecer hasta 40.000 raciones diarias, así que os podéis imaginar el tamaño de los fogones de aquel lugar, y la cantidad de bandejas, cuencos, tazas de aluminio que no paran en el circuito que va del comedor a las enormes pilas de lavado, y de vuelta al comedor en un incesante ir y venir. Descubrimos en ese instante de donde provenía el clan clan metálico que nos dejó tan curiosos cuando llegamos al templo.
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Entrar en un comedor donde tal vez almuerzan más de 500 personas, sin ningún tipo de mobiliario, en su lugar unas alfombras estrechas y que cruzan longitudinalmente la enorme sala, donde todos y cada unos de los que entra en este gran salón se acomoda uno al lado de otro hasta completar cada fila, es algo que no habíamos hecho hasta ahora, el momento Langar, en el que personas de cualquier casta o credo se sientan juntas para compartir una comida preparada por voluntarios en la cocina común del templo.

 
Una vez que todo el mundo ocupa su lugar y lleno hasta la bandera, los que desempeñan el rol de “meseros” recorren las largas filas. Unos provistos de judías o de lentejas, otros de cestas de “Chapati” o pan indio, y otros con grandes jarras de agua, reparten a cada comensal, mujer, hombre o niño/a, sus respectivas raciones como si de una carrera se tratase. Básicamente es como la escena donde se reparte el rancho a la tropa a golpe de cazo, sin embargo aquí la comida es sabrosa y copiosa, producto de la generosidad sij.


Tenemos que reconocer que inicialmente nos sentimos algo intimidados por el entorno, pero a medida que transcurría el tiempo y observábamos aquel santuario y las gentes que lo visitan, llegamos a tener la sensación de ser dos peregrinos más, independientemente de no profesar su religión.


A lo largo del día que estuvimos en el Templo Dorado conocimos a Mariana, llevaba casi seis meses en India y nos platicó bastante sobre su experiencia. Quedamos en tomarnos unos tequilas algún día en México lindo, donde ella vive. Indiana ama Frida.


También nos topamos con una simpática familia formada por una japonesa, un español, y su espabilado y trilingüe hijo de cuatro años. Todos residen en Londres y estaban de vacaciones, esa noche el padre de familia durmió en el suelo junto con otros viajeros porque no había suficientes camas. Venían de pasar unos días en las montañas, en la pequeña ciudad de Mcleod Ganj, donde se ubica el gobierno de Tíbet en el exilio y reside el 14⁰ Dalai Lama. Esta familia lo pasó fenomenal por las alturas según nos contaron, y aunque en estas fechas, finales de Julio, llueve bastante, la temperatura es más templada, lo que era sin duda un gran aliciente para llegar hasta allí. No lo dudamos mucho, y al día siguiente temprano arrancamos en dirección norte. Cuatro horas de tren más 3 de bus, serían necesarias para alcanzar nuestro próximo destino.


Antes dimos una última vuelta alrededor del lago que rodea al Templo Dorado, miramos otra vez como los sijs se bañan en sus aguas siguiendo rituales propios de su religión y sentimos una paz difícil de describir. La comunidad Sij nos emocionó, su generosidad, la forma en que se organizan para que todo esté en orden y al servicio de tanta gente, su capacidad de trabajo, su amabilidad y su simpatía. Por nuestra parte dejamos nuestro donativo, una nimiedad al lado de lo que recibimos.

3 comentarios:

Anna Paula dijo...

Lindos! É uma delícia viajar com vocês por estas linhas, maravilhoso contemplar quem sabe viajar deixando que o lugar, seu ar e sua cultura lhes impregne a alma. Um beijao do frio sul do Brasil ;-)

@Micamilo dijo...

Oie Anna, obrigada por suas lindas palavras e sua atençao. Adoramos receber seu comentário e saber que conseguimos compartilhar contigo nossa aventura. Agora nossa e sua. beijao,muita paz. Saudades da terrinha.

Anónimo dijo...

Que emocionante....adorei, adorei, devorei todas as palavrinhas...quero mais!!!!

By Telaraña Canciones