viernes, 24 de septiembre de 2010

VARANASI – ENCUENTROS EN LA TERCERA FASE

Nuestro reencuentro con India fue todo lo que esperábamos, caos, mucha gente, polución y algunas cosas más que configuraban la ensalada que tres semanas atrás no habíamos podido digerir. Ahora sin embargo estábamos preparados, o por lo menos eso creíamos. Decidimos ponernos a prueba en Varanasi, un clásico del circuito turístico Indio.



El agua de sus pies es el sagrado Ganges.
Se cree que esta ciudad tuvo origen hace cuatro mil años, y posee una fuerte carga mística para los hindúes. Aquí muchos de ellos vienen a morir, convencidos de que una vez cremados en las piras funerarias a orillas del rio Ganga, como ellos llaman al Ganges, y sus cenizas arrojadas a sus sagradas aguas, se verán libres de una vez por todas del ciclo de reencarnaciones terrenales. Este rio no es sólo el fin, es también el principio y el durante, es la vida y la muerte. En sus orillas las mujeres lavan la ropa, otros toman baño y rezan sus oraciones, algunos se ganan la vida remando a favor y contra la corriente para recreo de los turistas, y otros simplemente se sientan a meditar o participar de alguna animada conversación.



En los Ghats, que es donde se quema a los difuntos después del ceremonial baño del cuerpo en las aguas del rio, el ambiente es solemne. No photos, no video, and respect the families, es lo que los guías aconsejan incansablemente si no quieres verte en un embrollo.

Las personas que trabajan en los ghats tienen que ser de la casta reservada para este tipo de función. Ellos se encargan, después de cobrar a la familia del fallecido por la leña y el servicio prestado, de asegurarse que el cuerpo arda hasta convertirse en cenizas para después arrojarlas al rio. En realidad no siguen ningún ritual espiritual al esparcir en el agua las cenizas recogidas, sino que las filtran a través de un cesto de mimbre para recuperar pequeñas piezas de oro que los muertos aún portaban cuando empezaban a ser consumidos por las llamas.

Las familias pudientes incineran a sus seres queridos con madera de sándalo, realmente cara, mientras que los más miserables son sencillamente arrojados a las divinas y contaminadas aguas del rio sin siquiera ser devorados primero por las llamas. La escena de un cuervo picoteando un cuerpo humano hinchado y azul que flotaba en el rio, fue algo que presenciamos entre atónitos y escandalizados mientras desayunábamos en la azotea de un bonito guest house.

Las escalinatas, los ghat´s están a todas horas invadidos
 de gentes que se bañan en el río ...

En Varanasi cumplimos con el protocolo del turista. Presenciamos ritos funerarios en algunos ghats, paseamos por las estrechas calles de la ciudad, visitamos las aún artesanales fábricas de seda, y acudimos a la ceremonia vespertina que con motivo del festival religioso de turno se celebraba en el main ghat.




Sin embargo aconteció algo mucho más importante para nosotros, y fue que empezamos a saborear la esencia de India. Fue apenas un pequeño bocado de lo que aún nos depararía este país, pero que despertó nuestro apetito.
Por primera vez queríamos más. 

El propietario del hotel donde nos alojamos resumía la experiencia de vivir India comparándola al hecho de tomar un éxtasis: “In India you can have a good trip or maybe you can have a bad trip, but somehow you will have your trip”. El tipo había vivido gran parte de su vida en Inglaterra, estaba casado con una japonesa y juntos tenían un hijo que con apenas tres años de edad había viajado a varios países.

 En Varanasi aprendimos como lo espiritual está intrínsecamente ligado a la vida cotidiana de sus gentes. Descubrimos que a pesar de muchas de sus actitudes parecer defectos o falta de educación si comparados con el padrón occidental, los Indios son ambles y bondadosos, al tiempo que discretamente orgullosos de su cultura.


Una vez más y al cabo de un par de días nos encaminamos a la estación de trenes con destino a Kajuharo, pero esta vez con la sensación de partir tempra-namente.

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