lunes, 13 de diciembre de 2010

BOMBAY - Adiós India


Aquella mañana nos tocó esperar por algún autobús hasta la ciudad de Aurangabad. Allí tomaríamos un tren directo a Mumbai. En esencia el plan parecía sencillo, sin embargo al final resultó algo ajetreado. Decidimos que en Mumbai diríamos adiós a India. Ya habían transcurrido dos meses por estas tierras, y no queríamos quedarnos sin tiempo para visitar otros destinos. Barajamos la posibilidad de tirarnos unos días en las playas de Goa, pero la verdad es que se nos hacía la boca agua imaginando las de Tailandia. En cuanto llegamos a Aurangabad nos fuimos corriendo a un cyber para comprar el billete a Bangkok para el día siguiente. Con las mismas nos fuimos a la estación de tren a comprar el billete para Bombay. Esta todo lleno! nos dicen en la taquilla. JA! casi nos da la risa. Pero oiga es que necesitamos coger una avión mañana, ¿No hay ninguna posibilidad de viajar en ese tren? Insistimos. Era la primera vez no encontrábamos billete para viajar el día que queríamos y nos pilló completamente desprevenidos. Sólo os queda una opción, y es madrugar mucho, entrar en el tren aunque no tengáis asiento, y explicarle al revisor que es una cuestión de emergencia, nos explicó el funcionario de la estación. No es que nos tranquilizara mucho aquella sugerencia, pero que podíamos hacer, no teníamos alternativa. Era eso o perder el avión, ya que con el resto de conexiones posibles no llegaríamos a tiempo.


Fuimos de los últimos en subir al tren, teníamos la sensación de ser dos polizones y la esperanza de que alguien hubiese desistido de viajar a última hora. Al final todo fue mucho más tranquilo de lo que esperábamos. Fuimos sentados casi las seis horas que duró el viaje.

 
Nos plantamos en Mumbai a eso del medio día. Dejamos nuestras mochilas en la consigna de la estación y nos fuimos a conocer la ciudad. Ese día caminamos bastante, comimos en un lugar chic y caro para nuestro presupuesto, pero un día era un día. Estaba cerca de uno de los principales puntos turísticos de la ciudad, la Puerta de India, construida en conmemoración de la visita de los reyes británicos en 1911, y que paradójicamente también fue el arco por donde pasaron las últimas tropas del imperio al abandonar el país antes de la independencia definitiva de India.



A espaldas del monumento y mirando al mar uno de los hoteles más lujosos de la ciudad, el Taj Mahal Palace, donde nos tomamos un café, no daba para más. Su fundador y creador, Jamsedji Tata, decidió construirlo después de que le fuera negada la entrada en un hotel de características similares debido al color de su piel y durante el tiempo que duró la colonización.


Poco más tuvimos tiempo de conocer, un rápido paseo por la estación Victoria o Chhatrapati Shivaji Terminal y patrimonio de la UNESCO, y tirar unas fotos al cercano edificio de correos que data de la misma época e idéntico estilo victoriano.



Negociamos un precio cerrado con uno de los tantos taxis que transitan por la ciudad, y que se asemejan a los que circulan por las calles de Londres, salimos pitando a por nuestras mochilas y de allí al aeropuerto.


Mumbai, tal vez por su pasado colonial, o tal vez por ser una ciudad portuaria, no nos sofocó tanto como Delhi. Tampoco nos llegó a entusiasmar, ya que tiene todos los ingredientes de las grandes ciudades indias, mucho tráfico, polución de todo tipo y millones de personas por sus calles. Sin embargo nos pareció algo más abarcable de lo que en su día lo fue Delhi.


Mientras esperábamos para embarcar nos embargó una sensación agridulce. Sabíamos que aún nos quedaba mucho por conocer del gran país que es India, pero a la vez estábamos plenamente satisfechos y felices por como habíamos conducido y aprovechado nuestra experiencia. Volveremos preguntó Jones, volveremos respondió Indiana.



Namastë Incredible India!
 Comimos buena parte de la ensalada que configura India y su cultura ancestral, es para chuparse los dedos. Navegamos en sus contradicciones y dilemas para con la modernidad que se abre paso inexorablemente, implacable incluso con la religión mayoritaria, plagada de dioses, supersticiones, y mitos tan antiguos como el tiempo. Aprendimos de la filosofía cotidiana de sus gentes, tan afable y sorprendentemente pacífica que a veces resulta inexplicable para nuestras mentes occidentales. Adiós India, cuídate mucho e intenta no perder tus esencias, tus colores, y tus maravillosas mil y una noches.

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